El reloj del antiguo cuartel

Ent­re 1861 y 1863 se con­struyó el cuar­tel de infan­te­ría en la Pla­za de Kurz­weil (hoy en día Pla­za del Cuar­tel, en ale­mán Kas­ser­nen­platz). En esta pla­za se cele­bra­ban feri­as, cir­cos y mer­ca­dos por­ci­nos has­ta prin­ci­pi­os del sig­lo XIX. El edi­fi­cio de tres alas se edi­ficó de acuer­do con los modelos ale­ma­nes del sig­lo XIX. Johann Kas­par Wolff dise­ñó los pla­nos y la con­s­truc­ción fue diri­gi­da por el arqui­tec­to Gus­tav Moos­dorf (cre­a­dor del edi­fi­cio admi­nis­tra­tivo de la com­pa­ñía de fer­ro­car­ri­les de San Gotar­do en Lucer­na). El cuar­tel de infan­te­ría tenía capa­ci­dad para 1111 sold­ados y se man­tu­vo en fun­cio­na­mi­en­to has­ta 1935. Duran­te los años 60 sir­vió tem­por­al­men­te como escue­la secun­da­ria can­to­nal y en 1971 fue demo­li­do; en su lugar, se recon­struyó el anti­guo orfa­na­to, una obra clá­si­ca de Jacob Sin­ger que se encon­tra­ba a 200 m de distancia. Hoy en día este edi­fi­cio alber­ga el Museo de Cien­ci­as Natu­ra­les y la Pla­za del Cuar­tel es una vía de acce­so a la autopista.

El relo­je­ro Leonz Suter de Klee­wald con­struyó en 1862 el reloj para el cuar­tel de infan­te­ría. El meca­nis­mo del reloj se inscri­be den­tro de la fase de tran­si­ción ent­re la fabri­ca­ción artes­a­nal e indus­tri­al de los relo­jes. El con­tra­pe­so de la man­ecil­la del minu­tero se ocul­tó detrás de la esfera del reloj.

Se dice que la pre­ser­va­ción del reloj en 1971 tiene una his­to­ria anecdó­ti­ca, pues se habí­an hecho todas las pre­pa­ra­cio­nes para la demo­li­ción del cuar­tel, cuan­do el dina­mi­tero, dos tra­ba­ja­do­res y Franz Ger­man, admi­nis­tra­dor de hos­pi­tal can­to­nal, ter­min­a­ban la jor­na­da de tra­ba­jo sen­tán­do­se fren­te a éste en el restau­rante Gal­li­ker de la Pla­za del Cuar­tel para beber algo, Franz Ger­man se preg­un­tó cual sería la suer­te del reloj. El dina­mi­tero comen­tó que des­pués de la deto­na­ción pod­ría ir al día sigu­i­en­te para remo­ver ent­re los escom­bros y bus­car­lo. Al escuchar esto, Ger­man tuvo un impul­so y jun­to con cua­t­ro tra­ba­ja­do­res del hos­pi­tal can­to­nal des­mon­tó inme­dia­ta­men­te el her­mo­so reloj del vie­jo cuar­tel y es así como hoy en día toda­vía es posi­ble apreciarlo.